viernes

Así de simple y fugaz.






Se encontraron por casualidad. Un día él apareció y en ese momento ella llegó a considerar su hola tan simple y fugaz como cualquier otro. Sin importancia. De esos que vienen y se van junto con el viento.
Apenas habían cruzado más de un par de  palabras y ya él empezó a acusarla por haberlo desnudado con la mirada, cuando en realidad ella apenas recordaba lo que llevaba puesto. Su forma de clavar los pies en medio de la pista sin ni siquiera marcar el ritmo y su manera tan arrogante de apoyarse en la barra y quedarse observando a los demás como  obras de  museo,  hizo que  se le escapara un bostezo. Le entraron mas ganas de perderse entre tanta gente antes que tener que mirarlo por segunda vez.
Le bailaba el corazón, buscaba acción y sin duda la encontró. Fue una de las mejores noches y él no formaba parte de ellas.

Son las 5:30 am, el alcohol empieza a reducir sus efectos pero los pies se le relajan y tambalea de vez en cuando. Bocina de auto. Un par de chicos en una camioneta negra las saludan y ella con unos ademanes medios bruscos se los devuelve con un pequeño grito. Seguro son otros idiotas que manejan ebrios y salen a ver si al final logran levantarse un par de faldas, cosa de terminar bien la noche.
-Son ellos- le dice su amiga.
Para un segundo y la mira. Luego gira la cabeza hacia la camioneta y ve que todavía le hacen sellas desde la ventanilla. Parecen gritar algo, pero no los escucha. Ya a estas horas no quedan calles ni baldosas vacías. Demasiada gente.
- Seguí caminando. Son solo un par de…
Y de golpe lo escucha. Viene de la calle y alguien lo repite constantemente. Una maldita voz que grita su nombre junto con una bocina intercalada.
-¡Paulina!, ¡Paulina!
Se gira por segunda vez y desde los 5m que la separa distingue la mitad de sus facciones y sus manos agarradas con fuerza  al volante.
< Mierda. Tenías que aparecer >
- No sabía que eran ustedes- le dice a forma de saludo ya apoyada en  el borde de la puerta.
-Veo que saludas a cada auto que te toca bocina.
Y con una risita irónica le muestra todos sus dientes a medida que la comisura de sus labios empieza a expandirse. Gesto que mas adelante pasaría a ser algo especial aunque en ese preciso momento en lo único que podía pensar era en lo bien que se verían esas gomas en llanta. Que forma tan sutíl para llamarme puta, cariño.
-¿Y? ¿Se suben o no?
-Vamos
Paulina le hizo una seña a Marie para entrar a la camioneta.
 <¿Te queres divertir? Como se nota que no me conoces.>
-No.- la  freno su amiga-No creo que haya lugar. Además nosotras ya nos íbamos. ¿No es así Paulina?
Paulina se la quedo mirando con los ojos de un niño a quien le acaban de pinchar el globo. En la parte de atrás, sin duda, no quedaba ningún lugar para ellas. Hecho que terminó confirmando cuando se percato de las cinco cabezas ebrias que se asomaban desde los asientos traseros.
- ¿Lo dicen por ellos?-  les preguntó mientras señalaba a sus amigos- No se hagan drama. Los echo a patadas a la calle si por poco no me vomitan el auto.
- Gracias, pero hoy no­.
Aquella noche tendría que volverse a  casa caminando.
-¿Escuchaste Tuco? No quieren venir con nosotros- mira hacia atrás dirigiéndose seguramente a alguno de sus amigos inconscientes- Pero para la próxima la llevamos a dar una vuelta por el parque no va a ser que nuestra amiga se le ocurra subirse a cualquier otra camioneta que le toque bocina.
Le guiña el ojo y acto seguido empieza a reírse acompañado de los sonidos roncos, simulando ser también carcajadas, que provienen de atrás. Un olor a alcohol etílico le impregna la cara.
-Nos vemos, nena.- se despide.
Ella le regala una sonrisa irónica que poco disimula lo que le hubiera gustado responderle.
El semáforo se pone en verde. Paulina y Marie  se sacan los tacos, caminan descalzas y cruzan la calle esquivando una moto. Ellos pasan por delante. Les gritan algo pero ellas lo ignoran y siguen caminando esta vez con más equilibrio. La camioneta termina desapareciendo al llegar a la esquina. Un instante antes ve como él se lleva la mano a la boca y le tira un beso desde la ventanilla.
< Nos vemos, cabrón. >


Pasarían tres días hasta que se diera cuenta que estaba equivocada.
Aquel no era más que el comienzo de una historia que jamás terminaría…o por lo menos hasta que el tiempo lo decida.

1 comentario:

  1. Aunque parezcan lo más evidente del mundo, nunca se sabe bien dónde están los principios.

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