Se
encontraron por casualidad. Un día él apareció y en ese momento ella llegó a considerar
su hola tan simple y fugaz como cualquier otro. Sin importancia. De esos que
vienen y se van junto con el viento.
Apenas
habían cruzado más de un par de palabras
y ya él empezó a acusarla por haberlo desnudado con la mirada, cuando en
realidad ella apenas recordaba lo que llevaba puesto. Su forma de clavar los
pies en medio de la pista sin ni siquiera marcar el ritmo y su manera tan
arrogante de apoyarse en la barra y quedarse observando a los demás como obras de
museo, hizo que se le escapara un bostezo. Le entraron mas
ganas de perderse entre tanta gente antes que tener que mirarlo por segunda
vez.
Le
bailaba el corazón, buscaba acción y sin duda la encontró. Fue una de las
mejores noches y él no formaba parte de ellas.
Son
las 5:30 am, el alcohol empieza a reducir sus efectos pero los pies se le
relajan y tambalea de vez en cuando. Bocina de auto. Un par de chicos en una
camioneta negra las saludan y ella con unos ademanes medios bruscos se los
devuelve con un pequeño grito. Seguro son otros idiotas que manejan ebrios y
salen a ver si al final logran levantarse un par de faldas, cosa de terminar
bien la noche.
-Son
ellos- le dice su amiga.
Para
un segundo y la mira. Luego gira la cabeza hacia la camioneta y ve que todavía
le hacen sellas desde la ventanilla. Parecen gritar algo, pero no los escucha.
Ya a estas horas no quedan calles ni baldosas vacías. Demasiada gente.
-
Seguí caminando. Son solo un par de…
Y
de golpe lo escucha. Viene de la calle y alguien lo repite constantemente. Una
maldita voz que grita su nombre junto con una bocina intercalada.
-¡Paulina!, ¡Paulina!
Se gira por segunda vez y desde los 5m que la separa distingue la mitad de sus facciones y sus manos agarradas con
fuerza al volante.
< Mierda. Tenías que aparecer >
< Mierda. Tenías que aparecer >
- No sabía que eran ustedes- le dice a forma de
saludo ya apoyada en el borde de la
puerta.
-Veo que saludas a cada auto que te toca bocina.
Y con una risita irónica le muestra todos sus
dientes a medida que la comisura de sus labios empieza a expandirse. Gesto que
mas adelante pasaría a ser algo especial aunque en ese preciso momento en lo único
que podía pensar era en lo bien que se verían esas gomas en llanta. Que forma
tan sutíl para llamarme puta, cariño.
-¿Y? ¿Se suben o no?
-Vamos
Paulina le hizo una seña a Marie para entrar a la
camioneta.
<¿Te queres divertir? Como se nota que no me conoces.>
-No.- la
freno su amiga-No creo que haya lugar. Además nosotras ya nos íbamos.
¿No es así Paulina?
Paulina se la quedo mirando con los ojos de un
niño a quien le acaban de pinchar el globo. En la parte de atrás, sin duda, no
quedaba ningún lugar para ellas. Hecho que terminó confirmando cuando se
percato de las cinco cabezas ebrias que se asomaban desde los asientos traseros.
- ¿Lo dicen por ellos?- les preguntó mientras señalaba a sus amigos- No
se hagan drama. Los echo a patadas a la calle si por poco no me vomitan el
auto.
- Gracias, pero hoy no.
Aquella noche tendría que volverse a casa caminando.
-¿Escuchaste Tuco? No quieren venir con nosotros-
mira hacia atrás dirigiéndose seguramente a alguno de sus amigos inconscientes-
Pero para la próxima la llevamos a dar una vuelta por el parque no va a ser que
nuestra amiga se le ocurra subirse a cualquier otra camioneta que le toque
bocina.
Le guiña el ojo y acto seguido empieza a reírse acompañado de
los sonidos roncos, simulando ser también carcajadas, que provienen de atrás.
Un olor a alcohol etílico le impregna la cara.
-Nos vemos, nena.- se despide.
Ella le regala una sonrisa irónica que poco
disimula lo que le hubiera gustado responderle.
El semáforo se pone en verde. Paulina y Marie se sacan los tacos, caminan descalzas y cruzan
la calle esquivando una moto. Ellos pasan por delante. Les gritan algo pero
ellas lo ignoran y siguen caminando esta vez con más equilibrio. La camioneta
termina desapareciendo al llegar a la esquina. Un instante antes ve como él se
lleva la mano a la boca y le tira un beso desde la ventanilla.
< Nos vemos, cabrón. >
< Nos vemos, cabrón. >
Pasarían tres días hasta que se diera cuenta que
estaba equivocada.
Aquel no era más que el comienzo de una historia
que jamás terminaría…o por lo menos hasta que el tiempo lo decida.
Aunque parezcan lo más evidente del mundo, nunca se sabe bien dónde están los principios.
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